
Han pasado cuatro años desde que la población de Haití, acostumbrada a los desastres naturales, fuera sorprendida por un potente sismo que dejó, según distintas fuentes, 300.000 muertos, igual cantidad de heridos, 1,5 millones de damnificados y daños materiales por valor de más de 7.000 millones de dólares. Entre otros destrozos, el terremoto derrumbó edificios gubernamentales, entre ellos, el histórico Palacio Presidencial, casas, iglesias, escuelas, hospitales y monumentos. Al mismo tiempo, el fuerte fenómeno provocó una crisis humanitaria además de una epidemia de cólera que traspasó la frontera con República Dominicana y que ha dejado miles de muertos.
Cuatro años después, el país, cuya economía está previsto que crezca este año un 4,5%, según los pronósticos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se sigue enfrentando uno de sus mayores retos: su reconstrucción. Sin embargo, los trabajos avanzan lentamente, mientras se suceden los llamamientos de unidad de los gobernantes para sacar a Haití de la situación en la que quedó sumida tras el terremoto, el más fuerte de los últimos 200 años en este país del Caribe.
Según datos de Naciones Unidas, 817.000 personas aún requieren asistencia humanitaria debido a la inseguridad alimentaria o la desnutrición, las malas condiciones de vida y el alto riesgo de ser desalojadas de los 306 campos de desplazados que quedan.
Foto: Archivo

Los expertos han señalado que la trata de personas es la actividad criminal de más rápido crecimiento en el mundo y que quienes la practican la consideran un negocio lucrativo y de bajo riesgo. En los EE.UU., se estima que entre 14.500 y 17.500 mujeres y niños son traficados a este país cada año, principalmente para la industria del sexo.





